martes, 6 de enero de 2009
¿Por qué la Hembra colombiana adora al Macho con plata?
Imagínense lo siguiente: al entrar a un restaurante, se topan con una Hembra colombiana afilada, bella, hermosa, con un sugestivo vestido que resalta sus atributos físicos en las más óptimas condiciones para la reproducción, logrando atraer las miradas de Machos deseosos en aparearse. Pero lo curioso es que ninguno se le acerca, porque dicha beldad está en compañía de un Macho colombiano feo. ‘Feo’ no es la palabra adecuada, lo describiría mejor ‘espantoso’, ‘horripilante’, ‘grasoso’, ‘desagradable’, ‘maloliente’, ‘iguazo’ o ‘ñero’. ¿Cómo es esto posible? La respuesta la encontramos siempre en que él tenga: 1) una labia tremenda, o 2) muchísima plata.
No sobrar aclarar que la primera posibilidad se la inventaron quienes tienen esa labia tremenda, porque bien se sabe que dicha pregunta tiene una única respuesta. En el inicio de la humanidad, la Hembra cavernícola escogía al mejor cazador para alimentar a su prole. En Colombia, el mejor cazador es el de la billetera abultada.
El dinero cumple un efecto embellecedor en el Macho colombiano feo. Así como se dice que ‘no hay Hembra fea, sino mal arreglada’, ‘no hay Macho feo, sino pobre’. Visto de otra manera, si al personaje en cuestión se le suma plata, se transforma de barrigón a gordito, de anciano a experimentado, de cascarrabias a exigente, de vividor a seductor, de vulgar a excéntrico, de feo a rasgos peculiares. Esa magia podría considerársele un argumento suficientemente contundente, para la pregunta planteada en el título de este escrito. Pero el verdadero motivo, para que una Hembra colombiana adore al Macho con plata, es el siguiente: son el mejor instrumento para recibir la admiración de las otras Hembras.
Aunque vamos por partes, primero les explicaré, Amigos de lo Salvaje, cómo las Hembras colombianas son instruidas en el objetivo de atrapar al Macho con plata, y luego cómo son usados para que ellas brillen...
Desde que son unas crías, a las Hembras colombianas las estrenan cuando les regalan muñecas extranjeras de nombres como ‘Barbie’, para que de una forma didáctica aprendan a exigir un estilo de vida que involucre mansiones, autos deportivos y un closet con miles de atuendos de alta costura.
Luego, cuando los cuerpos de las Hembras colombianas se empiezan a afilar como el de la Barbie, atrayendo las hormonas del sexo opuesto, los padres les inculcan la importancia de nunca pagar una cuenta (sólo a hacer el amague), nunca gastar gasolina (sino dejar que ellos la gasten) y nunca dar el ‘gustico’ (pues, sin recibir otros gusticos como vestidos, zapatos o joyas).
Además, les recalcan apuntar sus ambiciones bien arriba, nunca sobre un Macho inferior o siquiera igual. ¿La secretaria prefiere al mensajero, al secretario o más bien al gerente? La respuesta aplica en igual sentido cuando la estudiante va tras el profesor, la modelo tras el fotógrafo, la periodista tras el editor, o la actriz tras el director. Los Machos adinerados, o al menos más adinerados que ellas, accionan un resorte en el interior de las Hembras colombianas, que les provoca el sentimiento más placentero. Aquella sensación que entre más dinero tenga el objeto del deseo, ella podrá vestirse y pintarse mejor.
Así es, ella podrá vestirse y pintarse mejor... ¡pero para ellas! Lo sé, no suena coherente en comparación a lo que nosotros, Amigos de lo Salvaje, vemos a diario en el Reino Animal. Es claro que una Hembra Abeja realiza un vuelo de apareamiento para que la persigan muchos Machos Abeja, o que la Hembra Hamster emite un olor para alertarle su disponibilidad a los Machos Hamster.
Pero a una Hembra colombiana no le interesa las miradas de los Machos. Es curioso, porque el único requerimiento que ellos piden para aparearse, es que a ellas no les hagan falta ninguna de las Tres Tes: Tetas, Trasero y la dulce Trinchera. No más. Si una Hembra colombiana decide destacar su boca con el pintalabios No. 93 matiz rosado carmelita de Jolie de Vogue, ellos sólo pensarán que ese color podría mancharles la ropa. Si una Hembra colombiana decide aventurar nuevos tintes para su pelo, ellos pensarán que el look no ha tenido variación alguna, incluso si ha pasado de castaño a rubio a violeta. Si una Hembra colombiana tiene la duda de si un atuendo de Zajar o de Tscherassi resalta mejor su figura, ellos con absoluta franqueza pensarán que se ve mejor sin nada puesto.
Si ellas, de verdad, buscaran las opiniones del gremio de los Machos colombianos, se adecuarían a esas exigencias, y no a las críticas despiadadas de las otras Hembras colombianas. Críticas que de por sí, son más sanguinarias que la de un escritor sin audiencia, que se gana el pan criticando a otros escritores que sí los publican. ¡Más que eso! Por ejemplo, a través de Facebook investigan foto tras foto de todos los contactos, para pillarse cuál Hembra colombiana se atreve a usar un mismo vestido en más de una fiesta. Hasta son capaces de bajarle la calificación, de espectacular a nada especial, a aquella Hembra que haya sido declarada la más sexy del país del Sagrado Corazón, por el hecho que tenga pantorrillas delgadas.
Seguirle el ritmo a esas críticas, es una tarea de titanes. No sólo por los golpes al ego, sino también por los asestados al bolsillo. El presupuesto que tienen destinadas a ellas mismas (en otras palabras, todo lo que ganen), en poco tiempo se convierte en insuficiente y necesita más temprano que tarde un socio capitalista. Para entender la situación mejor, sepan, Amigos de lo Salvaje, que la vida de las Hembras colombianas es igual a la de un automóvil. Mejor dicho, el modelo nuevo es el que más interesa a los posibles compradores, entre más dueños haya tenido menor es su precio, y la antigüedad sólo es sinónimo de un costoso mantenimiento.
Ante las dos primeras posibilidades, es poco lo que pueden hacer. Pero ante la tercera, una sólida cuenta bancaria, puede asegurar que, de ser necesario, la carcaza sea intervenida por el bisturí y volverla aerodinámica, un bomper plano agrandarlo a una talla 36D o superior, y hasta cubrir con pintura el más mínimo rayón cuantas veces la vanidad lo requiera. De tal forma, con el pasar del tiempo, el automóvil tendrá su latonería tan bien preservada, que será considerado un clásico y no una chatarra ambulante.
Y de nuevo, esta ardua labor es hecha con el objetivo de recibir la admiración de ellas, y sé que sigue sin sonar coherente, pero así es. El respeto y la admiración de las demás Hembras colombianas, es lo que le importa a una Hembra colombiana.
Les encanta que un Macho atractivo las mire, pero si no tienen a una Hembra a quien comentarle ese logro, es como si no hubieran alcanzado nada. Aunque lo que en realidad prefieren, es que sea una Hembra afilada la que las mire - lo que ocurre muy, pero muy pocas veces -, porque eso sólo significa envidia, de la mala, de la muy mala, lo que a su vez también significa que una bella reconoce que la envidiada es la más bella... y en ese instante obtienen el logro más grande de sus vidas...
Es como si la jurado que siempre raja a las concursantes, en ese instante le tocara aceptar, así sea a regañadientes, que por primera vez otorgará una calificación sobresaliente. Es como si Maradona dijera que Pelé es el mejor de la historia. Es como si el Socialismo admirara al Capitalismo. Es como si en la final Olímpica de los 100 metros planos, las corredoras decidieran no competir porque aceptan que hay una que es tan superior, que merece la medalla de oro sin dar ni un sólo paso...
Aunque es bien sabido que lo difícil no es llegar a la cima, sino sostenerse. Un cantante se quita el estigma de one hit wonder cuando produce otros sencillos con igual o más éxito. Una Hembra colombiana se quita el estigma de one hit wonder cuando es envidiada por más de una Hembra afilada, y eso cuesta y mucho, mucho más de lo que invirtió para llegar a la cresta de la ola. Es en este punto donde entra el socio capitalista, el Macho con plata.
Ella sabe que en su mejor momento, es la carrocería más admirada, pero al poco tiempo llegarán modelos más innovadores al mercado. Luego más y más y más. Para no dejarse arrasar por esa futura competencia, realiza un cambalache con el Macho en cuestión: belleza a cambio de dinero. Ella promete estar por siempre afilada para exhibirse como el trofeo del Macho, mientras él disponga del capital necesario para financiar el desarrollo, corrección y decoración del atractivo físico de la Hembra.
La pobreza es aterradora para una Hembra colombiana porque significa que disfrutará muy poco, o tal vez nunca, de la admiración que le otorga la belleza. Para un Macho colombiano la pobreza es igualmente espeluznante porque sólo quiere decir que será explotado por la Hembra menos atractiva.
No sobra aclarar que el anterior contrato expira al momento que alguna de las partes incumpla. En otras palabras, si él quiebra o ella se vuelve fea. Ahora, lo más posible es que la naturaleza siga su curso, y la belleza se arrugue, engorde y caiga. En cambio, el Macho adquirirá más experiencia y se volverá más diestro en su negocio, por ende tendrá más dinero y estará listo para reemplazar a la Hembra que incumplió, por una más joven.
Hasta una próxima verdad colombianamente irracional, Amigos de lo Salvaje.
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